lunes, octubre 16, 2006

Espíritu Juarista

Aquel discurso de que un indito se hizo Presidente con esfuerzo y dedicación, fue durante muchos años el Sueño Mexicano. Las probabilidades que eso suceda en un futuro próximo son realmente remotas. Hoy para acceder a cargos públicos se deben cumplir con otros requisitos que van más allá de las de las sanas intenciones.
Pero a reserva de las virtudes y defectos, Benito Juárez cumplió en su momento con escalar paso a paso por una carrera política que a 200 años de su nacimiento, son impensables.
De regidor en 1831, diputado local, diputado federal, gobernador, ministro de Justicia e Instrucción Pública, secretario de Gobernación, presidente de la Suprema Corte de Justicia, el 19 de enero de 1858 llegó a la presidencia provisional de la República.
El ascenso de Juárez fue por méritos propios y por crecimiento profesional. Situación que también se ve cada vez más remota en los actuales laberintos del poder.
Por lo pronto, ninguno de los últimos ganadores de la Presidencia puede presumir de esa trayectoria.
Juárez se enfrentó a la discriminación social, destierros, invasiones y a los poderes económicos, políticos, eclesiásticos, militares e intereses internacionales, más fuertes de la época, y en todo momento no cambió ni de partido ni de ideología.
Antes de ser oficialmente presidente en junio de 1861, hubo una nueva Constitución y la promulgación y aplicación de las Leyes de Reforma.
Claro que en ese tránsito, sus periodos presidenciales tuvieron de todo entre crisis, deudas, guerras, intervenciones, golpes de Estado, sublevaciones internas y severas críticas porque a fin de cuentas si bien fue reelecto en 1867 y 1871, y se dedicó a organizar la situación económica del país, redujo el ejército, organizó una reforma educativa, ordenó sofocar los alzamientos militares y enfrentó la división de los liberales, tuvo pocos momentos de relativa calma cuando murió el 18 de julio de 1872.
Entre chachalaquerías, trampas mediáticas, discursos vagos, encuestitis, residencias que aparecen mágicamente, recriminaciones, en ese trayecto se ve poca profesionalización y nulos compromisos serios.
Ninguna y ninguno, para qué recalcarlo, se acerca al espíritu juarista de que para todo intento de cambio, primero hay que ordenarlo jurídicamente y llevarlo a cabo con leyes precisas. Mucho menos se acata que para realizar una transformación hay que fundamentar el principio político de que todo mandato se hace con acuerdo y firmeza.
No puede asegurarse a corto plazo de una contienda donde predomine la sensatez sobre los gritos y sobrerazos.
A Juárez le debemos mucho y hay suficientes motivos para cuestionarlo. Dejó muchos pendientes, pero en su carrera de funcionario de más de cuarenta años, de regidor a Presidente muerto en funciones, ni puede acusársele de mentiroso, ladrón o indeciso. Cuánto daríamos hoy por darnos ese lujo.

1 comentario:

Unknown dijo...

Don Leo es un gusto saber de usted. suerte y exito, saludos desde mitubishi acueducto