Hace más de cincuenta años, en diciembre de 1954, Juan Rulfo estaba preparado para lo que vendría a ser la mejor novela latinoamericana. Corregida al menos dos veces, cuando la entregó al Centro Mexicano de Escritores y más tarde a la editorial del Fondo de Cultura Económica, adelantada en fragmentos en revistas, "Pedro Páramo" revolucionaría la forma de contar historias que nos son cercanas: los murmullos (título original) de los fantasmas.
Como el tal Rulfo definió en la famosa entrevista con Joseph Sommers realizada en 1973, Pedro Páramo, está ambientada en el Jalisco olvidado. “De ahí la atmósfera de terquedad, de resentimiento acumulado desde siglos atrás, que es un poco el aire que respira el personaje Pedro Páramo desde su niñez. No creo que sea negativo, sino más bien algo como lo contrario, poner en tela de juicio estas tradiciones nefastas, estas tendencias inhumanas que tiene como únicas consecuencias la crueldad y el sufrimiento”.
Desmitificado por el propio Rulfo, el tal Pedro Páramo es de esas cosas que se le ocurren a uno. No es tan fácil. Fumador, fotógrafo, publicista, burócrata, hoy su nombre es sinónimo de grandeza. Un orgullo jalisciense.
Y medio siglo después, Comala existe:
“Allá hallarás mi querencia. El lugar que yo quise. Donde los sueños me enflaquecieron. Mi pueblo, levantado sobre la llanura. Lleno de árboles y de hojas, como una alcancía donde hemos guardado nuestros recuerdos”.
Pero esos recuerdos ya no tiene fantasmas muertos, sino fantasmas vivos. Nuestros pueblos están vacíos porque la gente ya no los habita. Al fin y al cabo Pedro Páramo no es sino un compendio del silencio.
“Por la puerta se veía el amanecer en el cielo. No había estrellas. Sólo un cielo plomizo, gris aún no aclarado por la luminosidad del sol. Una luz parda, no como si fuera a comenzar el día, sino como si apenas estuviera llegando el principio de la noche.
Afuera, en el patio, los pasos, como de gente que ronda. Ruidos callados”.
Después ya no vendría más. Ninguna otra novela, aunque sí varios textos. Rulfo le sobrevivió a su historia un buen número de años. Treinta y seis. Contestó mil veces las mismas preguntas. Por momentos le hartó su propia fama.
Vale la pena advertir que entre los incontables homenajes, los murmullos hablan de una necesaria búsqueda porque esos miles de Comala no sean tumba de la esperanza.
“Si usted viera el gentío de ánimas que andan sueltas por la calle. En cuanto oscurece comienzan a salir. Y a nadie le gusta verlas. Son tantas, y nosotros tan poquitos, que ya ni la lucha le hacemos para rezar porque salgan de sus penas”
Lo más vivo de ese fantasma, el tal Rulfo, es que su realidad cada vez se parece más a la nuestra.
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