2 de octubre, ya se olvidó

El último número que dirigí de La gaceta llevó por título 2 de octubre ¿ya se olvidó? porque a 40 años de la masacre de Tlatelolco, no se avizoraba justicia.

Este 26 de marzo de 2009 oficialmente se exoneró a Luís Echeverría, entonces secretario de Gobernación y responsable de la seguridad interna del país.

Este acto demuestra que el crimen no siempre paga y que en la justicia mexicana prevalece la impunidad.

Los quién sabe cuántos muertos son fantasmas que circularán sus ánimas en el desdén.

El texto de La gaceta, de la reportera Mariana González, bajo la edición de Cristian Zermeño y la jefatura de información de Ricardo Ibarra, enfatizaba: “los eufemismos del Estado los transformaron en “conjurados”, “agitadores” y hasta“terroristas”. Los ideales de esa época son examinados, 40 años después, para descubrir su vigencia o sus contradicciones. Sin castigo para los verdugos, sin justicia, los soñadores mexicanos corren el peligro de convertirse en sonámbulos de la historia…”

Diría que me hubiera sorprendido que Echeverría pudiera pagar sus culpas; una de las más graves, el cinismo.

Este día también corre el riesgo de pasar al olvido.

México pierde y gana la intolerancia.

El mensaje que se da es que es mejor quedarse silenciados y aborregarse en una sociedad que prefiere cerrar los ojos.

En un clima de tensión como el que vivimos, la afrenta a la inteligencia es que el autoritarismo del 68 ha pasado al autoritarismo del 09.

Ser joven y clamar se resolvió matándolos; igual que ahora se busca solucionar el crimen organizado ejecutando a mansalva.

A estas alturas vale la pena preguntarse ¿quiénes son los malos?

Grabe estos nombres en la memoria del quebranto de la esperanza: magistrados del Quinto Tribunal Colegiado, Manuel Bárcena Villanueva, Rosa Guadalupe Malvina Carmona Roig y María Eugenia Martínez Cardiel.

Ellos y todos los que participaron en esa matanza, son responsables directos de ese Alzheimer social que nos caracteriza.

Este día negro, también, las mujeres de Jalisco han perdido la oportunidad de elegir, al aprobarse sin miramientos una ley abstracta, nuevamente autoritaria, que regresa al camino del oscurantismo.

México pierde y la injusticia gana con esta clase de decisiones que opacan la transparencia –como anticipamos- y donde se erige un monumento al insulto.

Echeverría, que he llegado a suponer que es inmortal, seguirá con sus lujos y prepotencias.

Lo invito a que vea sus declaraciones en Epicentro Informativo (gracias nuestro radioescucha Emilio Vega M por su contribución).

Debatí profesionalmente si el título de aquella publicación debía o no llevar signo de interrogación. Yo votaba porque no. Hoy recupero ese título y pierdo la fe. Y lo peor del caso, es que ya sabía lo que iba a suceder.

Pero siempre habrá un quinto poder, una parte de la sociedad civil que se siente afectada por esta noticia. Por ellos, no hay que perder lo poco que nos queda y por esos fantasmas sonámbulos, no olvidarlos nosotros.

Así que, señores y señoras de la justicia mexicana, así que Luís Echeverría y todos sus cómplices, así que Gustavo Díaz Ordaz y todos sus parloteros –entre ellos varios periodistas connotados de hoy: nosotros no los olvidaremos, sabemos lo que hicieron.

Las víctimas seguirán sin descansar en paz y mientras continúen por ahí deambulando, algo nos queda: luchar para evitar que nos callen.