miércoles, febrero 24, 2010

La última vez que vi a Carlos Briseño, unas semanas antes de su muerte, me confesó que había equivocado la estrategia y que se precipitó en algunas decisiones, pero me reafirmó que su intención era dar a conocer las irregularidades del poder de Raúl Padilla y que para hacerlo debía estar en la cúpula de esa organización.

Alfaro demostró lo contrario: no hay que estar tan adentro para denunciar lo que todos sabemos. Su primer mérito fue haberlo hecho justo cuando ni siquiera se cumplen dos meses en su cargo como presidente municipal de Tlajomulco.

Mi primera reacción fue felicitar la acción en el dichoso facebook pero al paso de los días hay que dar pie a más reflexiones.

Ese mismo lunes (22 febrero) que dio su conferencia de prensa donde “liberó a Tlajomulco” del yugo Padilla un ex funcionario de la UdeG y miembro de su equipo me aclaró que todo fue planeado y después de días de deliberaciones.

Alfaro, entonces, sabía a dónde se metía.

Ese mismo lunes, en el otro lado, la fuerza udegista planteó que Alfaro se había convertido en un perredista del yunque.

Dicho de otra manera, Alfaro ya sabía que venía el ataque al estilo de la Universidad de Guadalajara: declaraciones sin sustento, descalificaciones sin pruebas y los mentados desplegados.

La única manera de contrarrestar esta asonada mediática era precisamente estar afuera de la organización y responder con un golpe certero, igualmente periodístico.

Los intentos de las oficinas de la UdeG de minimizar la evidente primera plana fracasaron y sí hubo medios que le dieron la importancia correspondiente.

A los perros con rabia hay que enfrentarlos con otros más rabiosos.

Pero habría que ver qué hay detrás.

Morder la mano que mece la cuna puede ser peligroso si no se tiene el apoyo necesario.

Primero, si bien Alfaro admitió que hubo pago de cuotas con funcionarios, la verdad es que esos seis de la lista negra son de media categoría. Destacarían Enrique Velázquez González, Director de Desarrollo Social y Enrique González Nuño de la Dirección de Egresos, pero éste aún sin estar en funciones. Sin embargo Jorge A. Pérez Gómez, Director de área en Servicios Médicos, José L. Figueroa Cornejo de la Jefatura de Cultura, Enrique Ávila Aceves, Director de Inversión Extranjera y Octavio Ramírez Osorio que estuvo en el Proyecto Joven de López Obrador, no pueden considerarse cargos trascendentes.

Segundo, detrás de esta historia está la intención de fortalecer una futura alianza (calificada de natural) del PRI y PRD para sacar al PAN del poder estatal y en ese futuro no aparecería Alfaro.

Tercero, Alfaro debe ser más claro en su deslinde con el gobierno de Jalisco, que en el caso de Briseño se le volteó como tortilla quemada. No hacerlo pronto puede provocar que se crea que sí hay un velo oculto en las intenciones de acusar directamente al clan Padilla.

Cuarto, sí debe Alfaro denunciar oficialmente las irregularidades del anterior presidente municipal, José Antonio Tatengo, y así convertir esos ladridos en mordeduras.

Lo más lamentable de esta nueva guerrita es que se haga sólo entre micrófonos y desplegados, como lamentable es la declaración de Aristóteles Sandoval, que pierde credibilidad al asegurar que su nómina no tiene influencia Padilla, cuando basta darse una vuelta al ayuntamiento para reconocer a varios.

Alfaro gana puntos en su futuro político pero debe estar equilibrado en este camino que emprende al filo de la navaja. Un Macrobús en Tlajomulco puede sonar poca cosa. Ya sabemos de qué es capaz el grupo UdeG.

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