domingo, noviembre 19, 2006

Mi homenaje

A Herbert
19 noviembre 1928, Austria
18 de abril 2004, Guadalajara



A las cuatro y media de la mañana del 18 de abril de 2004 tarareó una canción. Nunca supimos cual y eso nos hizo reír. Doce horas después, frente a sus tres hijos, empezó a dormir, para que casi a las once de la noche, pasara al otro plano de la existencia. Así falleció exactamente quince meses después que lo hiciera su esposa durante más de cincuenta años.
Mi papá nació en un pequeño poblado cerca de Viena, la capital de Austria, en 1928 y trascurrió años de su infancia en varios lugares por la persecución nazi. Mi abuelo, que era judío, socialista y periodista, pasó tiempo en campos de concentración. Aún así escaparon, y a los trece años, en abril de 1942, llegó a México con su familia. Un cambio radical para quien ni conocía el país ni el idioma.
Por la situación económica, mi papá tuvo que trabajar desde joven como vendedor de chocolates y muestras médicas, hasta que encontró espacio en una empresa donde se jubiló. Sin embargo siempre quiso ser actor y como aficionado participó en obras de teatro y alcanzó a ser extra en dos películas internacionales.
Prototipo de una clase media mexicana en extinción, pudo tener casa propia a los cincuenta años aunque acabó por venderla por alguna de las recurrentes crisis . Vivió endeudado pero alcanzó a pagar todo. Era bueno para bailar, contar chistes y se fue con muchos amigos y sin un solo enemigo. Fue en pocas palabras un buen hombre, cumplidor de sus deberes y congruente con su pensamiento. No le gustaban las injusticias y simplemente quiso darle a su gente bienestar y tranquilidad. Por eso me permito este espacio informativo para brindarle mi homenaje y dejó por un momento algún análisis sobre lo actual.
Las ausencias que duelen, duelen más cuando pasamos horas y horas arreglando el país en eternas discusiones. En esa época yo estaba leyendo “El Código Da Vinci” y la última noche que pasamos juntos me pidió que le contara el final. También esa última noche juntos, con los dolores propios del cáncer más devastador, hablamos en pausas del país. Siempre activo en comentar de la política jamás congenió con algún partido Mal hablado siempre, mi papá dijo que a López Obrador iban a acabar por “chingarlo”. Creo que atinó a su pronóstico.
Sesenta y dos años después de llegar a México, sus últimos meses los vivió en Guadalajara y Aguascalientes y a los 75 años de vida, dejó su legado a tres hijos, siete nietos y un bisnieto (a quien ya no conoció en persona), así como a nueras y yernos. Ese cáncer, el melanoma, deterioró su cuerpo pero no su mente. Por ahí dejó esparcidas muchas notas. Por esas raras coincidencias, murió el día de San Perfecto. No sé qué canción estaba tarareando unas horas antes de morir, pero sí sé que quien se va cantando, se va completo.

No hay comentarios.: