El chantaje moral que pretende Calderón y su gabinete de que el mini IVA de 2 por ciento es para que haya menos pobres, es un discurso desgastado, demagógico y, sobre todo, mentiroso.
A lo largo de la historia se han inventado sin fin programas que supuestamente deben ayudar a los pobres a salir de la marginación.
Pero ya que estamos en eso de ayudar a los pobres, habría que preguntarse qué se ha hecho en los últimos años por ayudarlos.
Primero le recuerdo una cifra: 32 mil millones de dólares.
En 2005, el gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, acusó al gobierno de Fox de dilapidar los excedentes pretroleros.
El tema se revivió 3 años después, ya con Calderón en el poder.
Pero esa primera cantidad no se compara con estas otras que comparten Fox y Calderón. Para Fox, más de 700 mil millones y para Calderón, 400 mil millones de pesos.
Aunque en su momento hubo intentos de aclarar, la esencia es que hubo dinero que entre gasto corriente o inversión, jamás llegó a los pobres.
Los datos de la pobreza en México son concluyentes: no les llega lo indispensable y así han pasado sus generaciones entre discursos.
Ni Calderón ni mucho menos Fox, han sabido administrar, que sería la principal virtud de un jefe del ejecutivo.
Sé que en otras épocas pasó lo mismo, y también caímos en desgracias y corruptelas, dispendios y malas administraciones de la abundancia.
Pero los gobiernos panistas están por cumplir 9 años y es un tiempo más que suficiente para un análisis serio.
El mini IVA de 2 por ciento no cubre las expectativas de crecimiento y hemos enunciado sus errores de estrategia y argumentación.
Estamos a 100 días que acabe este 2009 y no se vislumbra un plan que permita que los verdaderos generadores de empleos, tengan la certeza de cómo van a repartir su producción.
Es bueno entretenernos con locos sueltos y lamentarnos de las víctimas inocentes.
Pero esos dos locos han enviado mensajes a Calderón y éste no los oye, como tampoco escucha a los millones que queremos una explicación de cómo se desgracio nuestra economía.
Tal vez un castigo severo sea una buena forma de poner el ejemplo.
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