viernes, febrero 05, 2010

Estado de excepción en Los Pinos

Poner en claro en la Constitución, hoy viernes 5 de febrero que cumple 93 años, que vivimos en una república Laica, sería el avance más significativo de una pretendida Reforma política; la especificación sería aún más trascendente que las reelección de diputados o presidentes municipales y todavía mayor que si lográramos la rendición de cuentas.

No debe sorprendernos que con la llegada del PAN a la presidencia desde 2000, una década después se ponga en la agenda un asunto de suma importancia.

La laicicidad existe, la compartimos, está insinuada, pero no está registrada como tal en la llamada carta magna.

La Comisión de Puntos Constitucionales de la Cámara de Diputados aprobó reformar el artículo 40 de la Constitución para que la República, además de representativa y democrática, sea laica, definición con la cual se evitará “que los valores o intereses religiosos se erijan en parámetros para medir la legitimidad o justicia de las normas y actos de los poderes”.

En estos asuntos de aniversarios, centenarios y bicentenarios, se les ha olvidado que se cumplirían 150 años de la separación Iglesia-Estado.

Tenerlo en claro en la Constitución nos salvaría de un desastre que se avecina.

No sorprenden pues las actitudes panistas de revelarnos que a lo que al país le faltan son valores. Tampoco dejemos de lado que en lugares como Jalisco, el cardenal (Sandoval Íñiguez) tiene un poder extraordinario; extraordinario en el sentido que es más que ordinario.

En Jalisco manda lo mismo el Cardenal (la Iglesia), Raúl Padilla (la UdeG), los empresarios y a veces, muy contadas, el gobernador en turno.

Jalisco no es un estado laico; como tampoco es la idea de corregir nuestros probemas con religión.

Laicicidad es la libertad de creer o no. Yo creo en preceptos de Sai Baba y debería tener la libertad de de expresar o no mis creencias.

No se trata de hacer un México incrédulo o donde creer en Dios sea prohibido o pecaminoso.

Calderón, indirectamente. Ha dado pasos hacia un estado de excepción en lugares como Ciudad Juárez, a lo que ya hay voces opositoras.

Calderón nos hizo creer que nos moriríamos de influenza humana y nos hace suponer que estamos ganando la guerra contra el narcotráfico. También ha señalado que esos jóvenes ejecutados en Juárez se lo merecían por ser criminales.

Ojo con lo que pasa en este país. La PGR no atrae este caso de Juárez pero sí se mete en el asunto de los matrimonios homosexuales.

Es preferible perseguir a los que sí matan y asesinan que a los que deciden legalizar sus orientaciones.

Calderón pierde el rumbo y ahora quiere endilgar aquello de estados de sitio, toques de queda y demás temas muy a la Chávez, muy al estilo de regímenes totalitarios.

Hay que detener a este hombre que sólo le ha hecho daño al país en salud, educación, seguridad, economía.

El estado de excepción se vive en Los Pinos donde no hay orden ni pies ni cabeza.

Apoyar la laicicidad sería evitar una catástrofe política que nos llevaría a un caos. Permitirlo sería dar un cerrojazo a la libertad.

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