lunes, diciembre 17, 2007

Epicentro de Leonardo Schwebel

Ir a Las Vegas tiene dos riesgos: si gana, saber qué hacer con el dinero y si se pierde, tener con qué pagar. Felipe Calderón hizo las dos cosas. Ni sabe cómo ni cubre la deuda. A cambio de sus Reformas y darle al país una imagen de congruencia política y estabalidad, a fin que las inversiones extranjeras no se escaparan, se dio la tarea de poner de buenas a los legisladores de la oposición a cambio de componendas. Al PRI le dejó en paz a su gober pechocho y al PRD le dio voto x voto en el IFE. En ambas, los colmilludos de la política han querido despacharse con la cuchara grande. Ambos saben que las deudas se cobran y lo hacen muy caro.
Sin embargo en ambos casos Felipe Calderón ha perdido. Si justicia queda entredicho y su democracia formal, maltrecha. Para que este país avance se requiere un crecimiento sostenido mayor al 5 por ciento y con ello se generen los empleos prometidos. El goierno no emplea (salvo a sus cuates) y queda entonces la inversión privada nacional o extranjera. Para que la inversión entre y le entre, ha pedido, certeza jurídica y democracia. Ningún inversionista quiere encontrarse con las sopresas venezolanas y quiere que le aseguren que aún con cambio de gobiernos y partidos, sus dinero está seguro. Por eso no quieren escandalitos. Ni que haya gobers que pacten con pederastas y que no se repita un 2 de julio. Y aquí entra el síndrome Chapilín Colorado. Para resolver el ¿ahora quién podrá defendernos? optó por dar todo lo que le pedían y se le olvidó que las apuestas se cobran. La renuncia de la fiscal especializada en delitos contra mujeres por la decisión de la Tremenda Corte y sus tres patines de darle a Mario Marín permiso de impunidad y el asalto del PRD para nombrar a sus consejeros del IFE, es el resultado de parecer firme con sus autoritarios militares, sus empleos virtuales y sus impuestos que darán al país una crisis.
A Calderón se le olvidó la tercera regla de Las Vegas: nunca juegues con la mafia; de cualquier forma vas a perder.
Con sus reformas achatadas y su justicia enlodada y su democracia marchita, hay que ver quién se anime en invertir en ese país. Esa, como dirían en Las Vegas, es una apuesta perdida.

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