miércoles, enero 16, 2008

Epicentro de Leonardo Schwebel

Los cambios en el gabinete son lógicos y hasta necesarios. Sin embargo no hemos avanzado en aquello de rendir cuentas. Cuando Calderón era sólo un medio suspirante, tuvo como aliados representantes de dos entidades que lo alentaron y en la contienda interna le dieron el triunfo: Yucatán y Jalisco. En el primer caso, prácticamente fue lo que determinó su victoria sobre Creel. Ya a la hora de la elección, Jalisco y Yucatán cumplieron no sólo con darle a Calderón los votos suficientes, sino con quitarle a López Obrador. La diferencia que nos macan como oficial de unos cuantos votos es suficiente para asegurar que cualquier acción fue determinante. En ambas situaciones, Calderón pago la cuota. A Jalisco le dio su secretario de gobernación y a Yucatán, SEDESOL.
Ya cobrados, ahora él decide irse con sus auténticos cuates. Ambos, Mouriño y Cordero, fueron esos personajes oscuros que todo político necesita para su poder. Juntos, con otros cuantos, fueron quienes fabricaron un candidato.
El presagio que el país estaría en crisis por las acciones pro AMLO fueron desmembradas y allí fueron necesarios apoyos estatales. El mensaje que dio Calderón al principio fue de firmeza y apoyo social. Ramírez Acuña y Zavala estaban perfectos para esos papeles.
Los resultados no se dieron porque desde un principio se sabía que no se iban a dar. Nadie soluciona los problemas de pobreza ni delincuencia organizada en un año.
De hecho los fracasos en ambos rubros le convenian al propio Calderón. Algo así como el hacerse el desentendido. Dado que lo que ustedes me ofrecen no ha funcionado, mejor me voy con mis amigos de confianza.
Así pagó sus cuotas de poder.
No hay que olvidar a otro damnificado. Manuel Espino. En el momento que Calderón puso a otro de us aliados, Germàn Martínez Cázares, en realidad lo que hizo fue hacerse cargo del PAN y ahora le toca el papel de Presidente. Al viejo estilo del viejo PRI, léase Salinas de Gortari, es el protagonista, guionista, director y hasta iluminador de su propia película.
La esencia de todo este embrollo es que ahora sí Calderón tiene manga ancha para demostrar que quiere. Si lo que quiere es que el país mejore, requiere que sus nuevos secretarios se pongan las pilas porque los indicadores van a la baja. Si lo que quiere es fortalecer su poder, pues ha hecho lo más importante, que es quitarse moscas encima.
Me temo que en realidad eso es. A Calderón no lo conmueven ni los pobres, ni los migrantes, ni los damnificados, ni los periodistas, ni Ana Gabriela Guevara. El quiere su pastel. Ya tiene que le lleve la corriente.

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