sábado, octubre 18, 2008

Callarse o callarse

Epicentro de Leonardo Schwebel

Oscar Joaquin Velázquez Elvira nació el 11 de septiembre de 1975. Antes de cumplir 20 años, el 25 de agosto de 1995, debutó en el futbol mexicano con el Puebla. En ese su primer año, tuvo 13 juegos, casi todos de titular. Al año siguiente pasó al Santos, donde también tuvo regularidad en casi todo el torneo. En 1998 regresó al Puebla y desde hace 10 años ha estado en ese equipo hasta que esta semana fue despedido. En el actual certamen futbolero, completó los 11 primeros juegos y recibió 2 tarjetas amarillas, pocas para un defensa. Aunque no ha sido una estrella, sí es de llamar la atención una carrera regular durante 13 años, que puede ver en http://www.mediotiempo.com/jugadores/jugador.php?idj=10139&idt=162
Joaquin Velázquez ha sido despedido del Puebla porque se negó en participar en unas terapias o limpias que ordenó su entrenador, Mario Carrillo. Dijo que su religión se las prohibía y aunque asistió al menos a una, su derecho constitucional no se le respetó. En nuestro país, la máxima ley señala que cualquiera tiene libertad de credo.
Unas semanas antes pasó algo similar con el futbolista Miguel Sabah, que dijo que los cruzazulinos le temen a los americanistas. Y también unos jugadores chivas recibieron la orden de no decir lo que creen. También en estos días Andrea Legarreta, conductora de Televisa, fue excluida, congelada, amonestada y amenazada, por haber aceptado una llamada de TV Azteca.
Poco valen las trayectorías, los éxitos, la rentabilidad. No puedes cruzar la linea de decir lo que piensas.
En este país esos son ejemplos de falta de libertad de expresión. Es un chiste mío que he contado tantas veces, que ya perdió su gracia: en México sí hay libertad de expresión, pero tengo prohibido hablar de eso.
Yo he vivido en carne propia lo que es no respetar la libertad de expresión. He sido corrido, congelado, silenciado y maniatado.
Pero esos ejemplos de algo que nada tiene que ver con el periodismo, me da pauta para reflexionar de ese tema.
En su casa o trabajo, usted (hablo en general) no tiene oportunidad de expresarse.
Hace unos días, en un foro internacional de periodistas, al que tengo acceso por mail libertad-prensa@peach.icfj.org una periodista arremetió sobre este tema con términos que algunos colegas calificaron de insultantes y el resultado fue un cúmulo de respuestas que rayaron en descalificaciones.
Ni entre periodistas, aparentemente selectos, el tema de la libertad de expresión es válido.
Ya abordando el tema más allá, vemos con toda facilidad que la libertad de expresión depende de los presupuestos gubernamentales o empresariales y que el acceso a la información es negado y la transparencia es opaca. Un radioescucha, Jorge Hernández Rocha, como ya lo asenté en este Blog hace algunos meses, lo dijo mejor que nadie: la libertad de expresión depende de la libertad de facturación.
Pero estos casos van más allá. En principio, insisto, no se trata de periodistas. En otra consecuencia, fueron despedidos o congelados, que viene siendo un problema serio similar.
El hecho de que en este país no pueda uno decir lo que piensa, no sólo es un atentado a la libertad de expresión, sino un ejemplo del aletargamiento que vivimos como sociedad.
El mensaje es callarse porque así se ve uno más bonito.
Yo he sido de la idea que más vale que a uno le corran por lo que diga y no por lo que calla, pero el problema es que como comunidad permitimos eso.
Lo permitimos en esencia por miedo. Miedo a perder lo que tenemos y por no quererse involucrar en algo que no nos interesa.
Me refiero a quienes juegan en el Puebla o el Cruz Azul o Chivas o quienes integran el elenco del prorama donde sale Andrea Legarreta: si quieren seguir aquí, más les vale no expresarse y más les vale aceptar lo que se les dice.
A eso se le llama dictadura y más preciso, inquisición.

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