jueves, noviembre 20, 2008

Troné con mi chica

Epicentro de Leonardo Schwebel

Lo bueno de la memoria es que se nos olvidan las cosas.
Me di la insana tarea de saber qué demonios pasa con mi tarjeta de crédito. Soy de los que pagan a tiempo, más del mínimo y consumo lo necesario.
Siempre me he dicho que una tarjeta es necesaria para imprevistos. Como sea, te salvan de una bronca y curiosamente es mejor deber que comprar todo en efectivo.
Con la tarjeta además uno se desnuda. Una persona de un banco sabe qué hiciste.
Así que fui por mi cuenta: porqué debo tanto si gasto poco.
Y aquí vienen los acertijos: interés gravable, impuesto interés gravable, interés exento. Con eso terminajos, el 5 de noviembre de 2008 me cargaron a mi tarjeta un mil 48 pesos con 22 centavos.
Como se presentó el tal imprevisto, me vi en la necesidad de sacar dinero, pero con la precaución de ir al cajero de mi banco para que no me ratearan. Fue lo mismo: comisión disposición cajero propio TDC y el respectivo impuesto, fue un total de un mil 150 pesos. Eso por sacar dinero de mi tarjeta, en mi banco.
Así que nada más por interés, impuesto, comisiones, el banco me comió 2 mil 198 pesos.
Mis consumos, uno de ellos fijo mensual, fueron de 846 pesos.
Todo en el periodo del 10 de octubre al 5 de noviembre. Menos de un mes.
Es decir, gasté más en lo que no compré.
A eso hay que sumarle 345 pesos de una anualidad y su impuesto.
Cuando uno reclama eso, los empleados, además de lentos, son prepotentes y pues uno se queda igual.
Pero esto no es novedad. Ha sido siempre y más desde que nos llegaron aquellos banquitos con firmas extranjeras.
Mis manejos, como puede notar, son modestos y no comparable con quienes hacen de la tarjeta su fiel cómplice.
Sólo acoto, para que luego se me olvide, que en un clima desfavorable, con crisis financiera, con recesiones ya declaradas, estos cargos hacen que la gente recurra a otras cosas. Una de ellas, no pagar.
La cartera vencida crece y se vislumbra una crisis bancaria.
Los bancos ahora no se andarán con contemplaciones y ante una amenaza de si no te gusta me voy a otro país, estamos en sus manos.
Acepté la invitación de irme con la chica Santander. Sí guapísima y seductora. Pero también media tranza. Y ni siquiera me ha tocado un besito de ella.

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