sábado, febrero 14, 2009

La peor crisis


Epicentro Informativo de Leonardo Schwebel




A ver: como lo que piensas o dices no es igual o semejante a lo que yo, entonces estás mal. Y no sólo eso, sino que como no piensas como yo, en realidad me estás atacando. Por lo tanto, tú eres enemigo mío porque tu forma de hacer no es igual que la mía.Pongámoslo en este contexto: yo le voy al América y alguien a las Chivas. Nadie nunca me va a convencer que las Chivas son mejores que el América. Pero no porque ese alguien le vaya a Chivas, está mal y mucho menos, es mi enemigo y mucho menos, quiere desestabilizarme o mucho menos quiere hacerme daño.
¿Estamos?
Bien, el segundo caso es propio de la libertad y democracia. Yo tengo la libertad de elegir. Elijo irle al América, elijo mi profesión, elijo con quién casarme, elijo dónde trabajar, elijo si mañana me voy a Chapala. Pero además de eso, elijo pensar, decidir y analizar. Y más que eso, elijo que si lo que hago no me gusta o satisface, no lo hago. Eso se llama libertad y vivo en un país democrático donde las leyes defienden ese privilegio. Tengo, desde luego responsabilidades y en la medida en que las cumpla, debo tener satisfactores. En la forma en que incumpla esas leyes, hay medidas normadas. Así, no tengo la libertad de matar a quien quiera, aunque tenga ganas.
La democracia como sistema político tiene su par económico, representado con la libertad de mercado. En ese caso, yo tengo la libertad de poner mi dinero donde quiera pero tengo la obligación de pagar impuestos.
¿Estamos?
Señalar al que no piensa como uno como un enemigo o simplemente decirle que está mal porque no piensa como yo, es caer en autoritarismo. Y no hay nada peor que un régimen democrático que actúa como autoritario. De eso se han cansado de criticar a Hugo Chávez.
Pues en ese contexto, Calderón es autoritario, lo mismo que el sistema político que defiende.
Una forma sutil de controlar es precisamente a través de los medios de comunicación.
Los medios, en general, tienen formas de atraer y de mostrarnos la realidad.
Para ello se usan varias estrategias: la confrontación, la distracción y el entretenimiento.
Por ejemplo, durante esta semana he visto foros, debates, análisis, especiales y editoriales, sobre por qué perdió México con Estados Unidos. Con toda libertad, los expertos, dan pelos y señales si Sven o si Márquez debe irse o si convienen o no los naturalizados.
Esos mismos foros no los he visto sobre si Téllez debe irse o no de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, después de la comunicación incómoda que dio a conocer una amante.
En ese sentido, los medios actúan como distractores.
Y eso, es más o menos lo que hace Chávez en Venezuela.
“Pero debemos rechazar todos el catrastofismos…ahuyenta inversiones…hagamos a un lado el alarmismo…”. Palabras más, palabras menos, eso dijo Calderón.
O sea, puedo criticar pero suavecito. Puedo analizar, pero sin catrastofismos.
Después se calificó a Slim de alarmista y por lo tanto, de enemigo. Es ya un enemigo del país.
Esa táctica fue la misma que se usó en las candidaturas presidenciales, cuando nos endilgaron que México corría peligro si se optaba por la otra corriente.
En este caso, alguien debe tener la culpa del desempleo, la crisis recurrente, que el dólar haya estado más alto que nunca en la historia. Como el gobierno jamás tiene la culpa, la tienen los regímenes capitalistas o los regímenes populistas o los empresarios monopolistas. Y pensar y hacer las cosas así, es ser autoritario.
Los medios optan por la confrontación para ver si se debe o no correr a Sven o para saber qué haría tal artista al que le pusieron los cuernos, pero no para saber qué hará este gobierno para solventar la crisis.
Alguien una vez me dijo que si tu problema es el dinero, en realidad eso no es problema. Con esto quiso decir que dinero como sea se consiga, a veces también por la mala. Así que parafraseándolo, si el problema de México es el dinero, éste como sea se consigue. Calderón no tiene que enjaretarnos que hay que jalar parejo o echarle ganas. Que se levante un día a las 5 de la mañana para que vea la fila de empleados y estudiantes que se enfrentan al día con entereza.
Los gobiernos democráticos con libertad de mercado tienen la obligación de proveer a sus ciudadanos de lo necesario para el desempeño de su libertad.
Los gobiernos autoritarios invierten en propaganda que suelta una especie de letanía de sus beneficios.
Un gobierno democrático escucha las diferentes posturas y toma decisiones.
Un gobierno autoritario no escucha y sólo decide por su beneficio.
Estamos en el peor momento de esa crisis: donde sólo sobrevive quien se queda callado y eso, es autoritarismo puro.

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