Estar al frente de alguna parte del gobierno (llámese federal, estatal, municipal, descentralizado) es un buen negocio. La corrupción se da igual en candidaturas, árboles, medicinas, obras. Donde haya qué, habrá alguien que se aproveche.
Sindicatos, oficinas, licitaciones, compadrazgos, dádivas, regalos. Todo aquello que hemos deplorado siempre, está vigente.
Ejemplos sobran, pero estos son los del día.
Licitación dudosa en ISSSTE , cuentas que no salen en ProÁrbol, pérdidas de dinero en Enciclomedia, obras más caras: “EL CASO MÁS reciente es el del nodo Cañadas.
LA AUDITORÍA de la Federación detectó que el costo de un contrato de la obra -por dos millones- aumentó 175%, que la construcción no se licitó y que la obra tardó 177 días más de lo previsto.
LA AUDITORÍA concluye que todas las irregularidades tienen su origen en que el Gobierno del Estado no hizo el proyecto ejecutivo previamente.
ESTAS ANOMALÍAS corresponden sólo a un contrato de dos millones, de los 130 que costó el nodo” (Cúpula de Mural).
El cuento es larguísimo y no hay final feliz. Y mientras continúen esas anomalías, entonces no estaremos en la capacidad ni de pactar, ni de negociar, ni de ganar alguna guerra.
Y combatir la corrupción en una guerra de frente, es una tarea que no se ha hecho. La advertencia ahí está.
Un caso de corrupción velada –ya denunciada aquí en Epicentro Informativo- tiene que ver con los mercados de derivados. Obama trata de poner orden en el caso de la aseguradora AIG.
En la situación de México, esos reclamos de avaricia no ocurren. Un ejemplo de esa avaricia financiera, ahora sí que pecado (de) capital, lo vive Vitro.
Como sea, ya hay más voces estadounidenses que reclaman mayor refuerzo militar en la frontera.
Otro ejemplo es el tráfico de armas y los ejercicios de impunidad.
Me temo lo peor.
Todo este asunto de más penas, más ejército, tiene un propósito electorero.
La verdadera guerra está adentro. Primero hay que limpiar la casa y luego sacudir afuera.
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