lunes, agosto 17, 2009

Cumbre ahogada

No hubo un pronunciamiento oficial, un documento de compromisos, un listado de pendientes, una agenda tripartita. En concreto, en lo que se vivió en la quinta Cumbre de Líderes de América del Norte, el único que quedó feliz fue Emilio González, gobernador de Jalisco y anfitrión de algo que se ahogó.

Nosotros ganamos limpieza, orden y hasta seguridad, pero de ahí en fuera, nada salió de la reunión Calderón-Obama-Harper. Vimos al Air Force One, conocimos al embajador de Estados Unidos en México y ya.

Poco ha generado esta quinceañera llamada Tratado de Libre Comercio, que resultó más mañosa que inocente. Ni hay más empleos, ni hay más mercado, ni hay más desarrollo. Sí hay, en cambio, más migración, más pueblos fantasmas, más campo seco. Los beneficiados han sido unos cuantos y los afectados suman ya millones.

Con la advertencia que ese TLCAN no se reestructuraría o revisaría, Obama alcanzó a prometer que algún día se programará la reforma migratoria, sin que haya un papelito que lo asegure. Tampoco se resolvió lo de las visas canadienses. Mucho menos se habló de cómo salir de la crisis. Y lo de Honduras quedó en veremos. Nada que implique que esta región de 450 millones de habitantes tenga alguna fuerza mundial.

Sí quedaron en claro tres cosas: que lo de la influenza H1N1 sí viene en serio y que lo que vivimos hace unos meses fue tan sólo un experimento con nosotros mismos como conejillos de Indias. Que en el plano de la seguridad habrá mayor control fronterizo. Y que en eso de las relaciones exteriores, México ya no se pone tantas medallas como antes.

El golpe mediático de que “casualmente” aprehendieron a quien confesó tener intenciones de atentar contra Calderón no fue suficiente para detener el flujo de la realidad con la ejecución de la abogada regiomontana, Raquel Villanueva. Ni tampoco quita de la mira las acusaciones de organismos internacionales contra policías y militares por violaciones a Derechos Humanos en esta guerra contra el crimen organizado.

Vimos un espejismo que los medios consentidos se encargaron de difundir, olvidándose del análisis y la crítica.

Hoy México vive un shock financiero sin igual en los últimos 30 años y por lo tanto, mayor al de 1995, y una crisis de identidad donde Calderón dice que el desempleo es de 2 por ciento y las cifras oficiales del INEGI señalan que es de más de 5 puntos porcentuales.

O hay muchas verdades a medias o mentiras que no alcanzan a cuajar, ya que entre las cifras y los discursos hay brechas más grandes que los desvaríos económicos.

No hubo, como lo afirma Emilio González, primeras planas en los periódicos del mundo y el nombre o marca Guadalajara no quedó en un texto formal o histórico.

Sí hubo comilona y tequila para los distinguidos invitados que se emocionaron por haber visto en persona a Obama. Y sí hubo también otro gasto superfluo donde se gana lo mínimo. Es decir, nada para recordar. Nada para apuntalar. Nada que no haga pensar que algo interesante se nos avecina.

Lo mejor de la Cumbre vino después.

Una lluvia con las consecuentes inundaciones nos hizo remojarnos de la verdad. Regresó la normalidad con semáforos descompuestos, baches, alcantarillas destapadas y todo eso que nos ayuda a no soñar despiertos.

Una Cumbre ahogada que pasará al archivo muerto de buenas intenciones. Ni telenovelas, ni ferias, ni eventos, ni teatros, ni más encandilamientos. Nada hasta el momento ha ayudado para lo que sí es prioritario. Que el gobernante de Jalisco esté contento, no hace que nuestros problemas se solucionen.

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