miércoles, septiembre 16, 2009

Carstens se vio flaco.

Flaco en ideas, carisma, convencimiento, argumentación. Su defensa al mini IVA de 2 por ciento al consumo de que por cada peso los pobres recibirán 10 en programas sociales, no fue convincente.

Los números no cuadran en cuanto a estrategia y resultados reales y es evidente el encaje de dientes a todos aquellos que tenemos la insana costumbre de comer o la ocurrencia de enfermarnos.

Mientras eso pasa, por debajo de la mesa, los precios suben sin que nadie los detenga. Aquellos productos, tal vez no prioritarios, se van al cielo sin que haya justificación.

En algunas plazas venden unas donitas que hace unos días costaban 12 pesos y ahora valen 20. En otro lugar una simple baguette de 14 ahora está en 20. Sé que esos gustitos no entran a la canasta básica y tan fácil como quedarme con las ganas, pero el punto no es ese. El punto es que sin que haya un control, los precios están en un caos.

Los asuntos relacionados con los nuevos impuestos que Carstens no supo defender en su comparecencia errática frente a los diputados van encima del 2 por ciento. En realidad es un 2 por ciento en el consumo, un 2 por ciento en el ISR, un 4 por ciento en telecomunicaciones, más otras estrategias. De un plumazo estamos frente a una escalada de precios que se reflejan en aguacates de 20 pesos y kilos de carne en 200.

Pero hay un punto que vale la pena poner en la balanza donde no cabe el peso de Carstens.

La idea de más impuestos al consumo se basa en obtener recurso, tal como lo es recortar secretarias.

El ahorro en el gasto interno va directamente contra la burocracia y en cifras estimadas, podría afectar a más de 10 mil.

Y ahí la flacura de mente de Carstens y compañía, no ve que enciende un foco rojo.

Ahora que recordamos fiestas patrias, hay que recordar que las independencias en América latina no fueron para evitar más pobres ni más injusticias, sino porque la entonces clase media criolla no estaba de acuerdo en tanto pago de impuestos a una España colonial llena de deudas y dominada por Francia.

Los criollos latinoamericanos, liberales y conservadores, se negaron a seguir sirviendo a la Colonia, sin recibir algo a cambio.

Lo mismo, en otros momentos, pasó en México, Rusia, Cuba y Nicaragua, con sus revoluciones.

En esas plataformas, los ricos siguen siendo ricos y los pobres continúan marginados; es la clase media, cuando se ve directamente afectada, la que empieza a reclamar sus derechos de piso.

Saben que no serán ricos, pero se niegan a equiparse con los pobres.

Diez mil burócratas sin empleo, en el sistema de liquidación, despido o retiro voluntario, son una mecha que será difícil apagar.

Encender ese foco rojo, es provocar más allá del descontento social. Es esa clase mexicana que si bien no tiene privilegios, se la pasa más o menos bien y tienen servicios, medios de comunicación acomodaticios que entretienen con futboles, telenovelas y programas de variedad y concursos. Es esa clase media que se va de puente, que pasea en plazas, que tiene sus autos, que paga su casa, que hacen fiestas para sus quinceañeras.

Aquí en Guadalajara vimos a esa clase media enardecida con el placazo y valiéndole gorro que quieran imponer la línea 2 del Macrobús a garrotazos.

Esa clase media podría sortear los mini IVAs y hasta aguantar más gasolinazos, pero en ninguna parte de esa historia está el quedarse sin chamba.

Si prenden a esa clase media, ahí tienen un buen pretexto para que esto del paquete económico esté tambaleándose y una caída de Carstens, sí que sería un duro golpe.

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