jueves, noviembre 19, 2009

La Caperucita no se come al lobo

A poco más de un mes de que terminen las actuales administraciones municipales, vale una especie de balance y éste estaría inclinado hacia la ineficacia.

De los cuatro fantásticos originales de Zapopan, Guadalajara, Tonalá y Tlaquepaque, sólo termina uno su gestión completa, Juan Sánchez Aldana. Los demás, Alfonso Petersen y Hernán Cortés, tuvieron que pedir licencia, y en el caso Tonalá, Jorge Vizcarra pasó más de un tercio de su lapso huido y encarcelado.

En estos tres años no se logró la unidad prometida en servicios y funcionalidades. Ni una mejor seguridad, ni más trabajo de conjunto.

En todos hubo desmanes y rupturas, así como poca obra para presumir. También se evidenciaron gastos superfluos, desvíos, corruptelas.

Políticamente cada quien tomó su rumbo y las pugnas internas con regidores de su partido y de otros, obstaculizaron índices de desarrollo.

Si nos vamos más afuera de la ZM de Guadalajara, también hubo irregularidades y temas sin concluir en Tlajomulco, Zapotlanejo, El Salto, Juanacatlán y anexas.

En un repaso general, Guadalajara y Zapopan pusieron énfasis en remodelar sus centros históricos pero sobre todo en la capital jalisciense no se notó gran avance.

Quizás un punto que refleja la incertidumbre administrativa es lo sucedido con las famosas banquetas de avenida Vallarta.

Ese ejemplo sintetiza que existen rezagos en lo que compete a la autoridad municipal.

Hemos llegado al punto que cada quien hace lo que se le pegue la gana y la único que pierde es la sociedad.

Ni los reclamos, ni las pancartas, ni las quejas, nada funcionó como debe y entre el municipio y el constructor, lo único que dejaron fue la evidencia de una ruptura.

De las pocas cosas que sí hacen los municipios es administrar los recursos y entre que unos dejan de pagar y otros dejan de trabajar, a final de cuentas se repiten los ciclos.

Para estas municipalidades el tiempo acabó y el castigo por su falta de vinculación con las verdaderas necesidades de la sociedad se reflejó el 5 de julio.

Sólo que esta película de terror ya la vimos.

El esquema: no me gustas y te vas y te vas con todos, no ha sido funcional.

No hubo beneficio concreto en que el gobernador y los presidentes municipales fueran del mismo partido.

No hubo logros a pesar que se presumieron recursos récord de la federación.

Por más que le queramos cambiar, nunca la Caperucita se come al lobo.

Es decir, corremos el riesgo que las siguientes administraciones, ahora del PRI, repitan el círculo vicioso.

Llegarán a ayuntamientos endeudados, etiquetados, comprometidos, y de ahí a que se zafan las ataduras, pasa un año.

Luego viene el segundo año, donde algunos brillarán y hasta se darán el lujo de irse para buscar otros cargos.

Así llegamos al tercer año y el cuento se repite.

El esquema municipal ya dio de sí y eso significa que no funciona. Es importante que haya revocación de mandato y reelección. Premio y castigo. Continuidad y reciclamiento.

Hemos insistido que nosotros como ciudadanos con quien verdaderamente compartimos el poder es con los municipios, pero si vivimos en uno, estudiamos o trabajamos en otro, circulamos por un tercero y paseamos en los demás, quiere decir que nuestras necesidades son de un pastel completo y no rebanadas de cuatro, seis u ocho trozos.

El reto no sólo es administrar bien, sino dar resultados. Entre Panamericanos, Macrobuses, Trenes Ligeros, puentes, los nuevos presidentes corren el riesgo de no llegar a ningún lado y eso de cambiar de camiseta cada rato, como que ya no es fructífero.

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