viernes, febrero 22, 2008

Epicentro de Leonardo Schwebel




Elemental, mi querido Watson

Entrevistar a Watson es como de esos sueños de vida. Yo sabía que algún día tenía que conocerlo y tener más claro este asunto que llamamos vida. Este hombre, James D Watson, descubrió, junto con otros científicos, principalmente Francis Crick, la estructura del ADN. El ADN es la molécula de la vida. Ahí está escrito el misterio de nuestra existencia. Desde un grano de sal hasta los grandes seres, todos somos iguales. Iguales pero diferentes. La molécula ADN contiene cuatro palabras (nucleótidos, en el lenguaje correcto) que combinadas en doble hélice (Adenina con Tiamina y Citosina con Guanina), dictan nuestro propio contenido genético. Todos tenemos los mismos dos pares de compuestos, pero su combinación nos hace distintos y únicos.
Así que ya frente a mí, le pregunté lo elemental a Watson, y me contestó como científico: “En la vida no hay milagros, hay química”. En su libro Pasión por el ADN, Watson lo detalla mejor. Hace referencia de Linus Pauling (1901-1994), llamado el mejor químico del mundo.
“Ahora recuerdo sobre todo a Pauling de hace cincuenta años, cuando proclamaba que lo que sustenta la vida no son fuerzas vitales, sólo enlaces químicos”.
El Proyecto del Genoma Humano, que Watson encabezó un tiempo, profundizó que en esencia todos (me refiero a todos, no sólo los humanos) compartimos 99 y pico por ciento de la misma estructura molecular. Lo que nos hace changos o ratones o humanos de ojos azules, es una mínima parte de esa fracción que completaría el 100 por ciento.
Watson tenía 25 años cuando publicó con Crick (Molecular Structure of Nucleic Acids: A Structure for Deoxyribose Nucleic Acid en Nature) aquel 1953, el gran secreto que representa descifrar el ADN.
Desde luego este conocimiento cincuentenario ha traído y llevado consecuencias. Conociendo el ADN lo siguiente es manipularlo. Crear súper hombres como lo han presionado las ultraderechas más facciosas. Sobre esto escribió Watson en el libro citado: ”Aunque es seguro que el el futuro sabremos de muchas personas que lamentarán haberse sometido a pruebas genéticas y desearán haber sido más advertidas de los peligros potenciales de dicho conocimiento, no sé de qué manera el estadio puede entrar de manera efectiva en tales decisiones”.
Watson trató someramente el tema en la entrevista y afirmó que los estudios futuros al respecto del genoma deben llevarnos a una mejor vida. Sin embargo enfatizó que si bien puede ser mucha la pasión –de ahí el título del libro- o tener una predisposición genética, es el estudio y el medio en el que se desenvuelve el humano, lo que verdaderamente lo guía o no al éxito, entendido éste como cada quien lo clasifique.
“Ninguna persona racional debiera tener dudas sobre si el conocimiento genético adecuadamente usado tiene la capacidad de mejorar la condición humana”.
Este es el siglo de la genética y aquellos países que puedan enfrentarlo con eficiencia darán a los pobladores la salud y calidad necesarias. Esto me llevó a mi segunda duda existencial si los políticos tenían genes diferentes a los nuestros y Watson me contestó que lo que ellos tienen son las condiciones de poder.
Watson en Guadalajara es una buena noticia y es lamentable, en estas condiciones, la falta de presencia autoridades gubernamentales en sus conferencias y ponencias (como la de los secretarios de salud federal y Jalisco), organizadas durante el X Congreso de Avances en Medicina.

Eso quizás comprueba mi teoría que sí, a muchos políticos les falta un gen importante.
Pero fuera de esa broma de mal gusto (¿o no?), sólo queda apreciar que si bien las cosas a veces están fuera de tono, es gracias a hombres de ciencia como Watson que uno tiene la esperanza que todo mejore. Tal vez ese sea el milagro que la química de la vida aún no sabe descifrar.

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