sábado, noviembre 21, 2009

La inmolación de Briseño

En los primeros días de octubre de 2009 en el blog, Conciencia Pública y una edición especial de Conciencia Digital, publiqué : Hace unas semanas una persona cercana al gobernador Emilio González me dijo –cita no textual- “ya está harto que nada más pidan y no dan”. Se refería a los líderes políticos de la Universidad de Guadalajara, específicamente a Raúl Padilla, y a un conflicto que no termina de solucionarse: las pensiones de los trabajadores de los llamados Hospitales Civiles.

La guerra UdeG-Gobierno Jalisco empieza a tener mayor claridad.

La velada declaración de Emilio González de que Briseño “dejará un legado de transparencia” tiene entre líneas un punto fundamental: Con el ex Rector general las cosas estaban más firmes.

El 29 de agosto de 2008, el día D de Briseño, éste hizo lo posible para que lo destituyeran, y dejar constancia de la ilegalidad de ese golpe de Estado universitario.

Fue provocativo, cerró la sesión antes de tiempo, se burlaba de algunos dichos de los miembros del Consejo, repetía lo acordado, hizo lento puntos de la agenda que no pasaban de ahí y ya estaban definidos.

Ese día a la misma hora estaba presente un miembro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, José Ramón Cossío Díaz.

En corto este Ministro había prometido votos (al menos tres) para que el caso Briseño pasara a la SCJN. Por eso Briseño se fue por la libre a la guerra con Padilla, ya que le habían prometido el apoyo de la justicia nacional.

Con una resolución de este tipo, el poder Padilla se vería disminuido. Nada puede estar arriba de tribunal mayor.

Cuando la misma SCJN dio un salto hacia atrás en otra resolución universitaria en el sentido que no podían interponerse en la autonomía de una institución, el caso Briseño ya estaba sentenciado.

Briseño tenía muy claro qué iba a hacer y cómo, y tenía muy presente quiénes eran sus enemigos.

Su error fue confiar en los amigos.

Uno de ello, el propio gobernador Emilio González y su séquito encabezado por Fernando Guzmán Pérez Peláez.

Otro, Arturo Zamora, a quien Briseño había salvado dándole un puesto importante en en CUCSH. Cuando Zamora se le volteó al día siguiente y luego Fernando Guzmán Pérez Peláez, Briseño perdió la supuesta fuerza que lo defendía al interior y al exterior de la Universidad de Guadalajara.

Si bien sabía que tenía pocos Consejeros a su lado, también suponía que contaba con apoyos que le darían empuje a su movimiento.

Fue el propio gobierno de Jalisco quien lo estimuló para darle golpes a Padilla.

Empezó con su discurso de toma de protesta que fue retador y continuó con su pretendida batalla para desquiciar el sistema interno de los Hospitales Civiles al dar a conocer las inmorales e ilegales operaciones de Rodríguez Sancho y los trasplantes.

Desde ese tema surgirían otros como el de pensiones. La idea, desprestigiar a una institución sólida.

Otro movimiento en falso se dio en la propia Dirección General de Medios, desde donde se operó el presupuesto.

El poder del dinero, la libertad de facturación por encima de la libertad de expresión, calló voces.

Briseño no pudo con eso y desde ahí apuntó la pistola en la sien.

No cumplió con el acuerdo y el propio gobierno de Jalisco lo abandonó a su suerte. Dejó de ser útil.

El desenlace de la historia ya se conoce y no tiene un final feliz para Briseño.

Pero la guerra Jalisco-UdeG sigue su curso. El Disparate, Pensiones y demás, tendrán escenarios de bombardeo de medios.

El chiste es saber quien suelta más bala$.

Poder contra poder. Briseño cayó en esa trampa. Por eso detrás de la mano que movió su decisión de suicidarse hay muchos responsables que lo traicionaron.

Por eso es importante esa confesión que me hizo esa persona cercana a Emilio González: “ya está harto que nada más pidan”.

Visto así desde el Epicentro del conflicto Gobierno de Jalisco vs. Grupo UdeG, podría entenderse la inmolación de Carlos Briseño.

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